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| La rueda del tiempo. |
“¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete,
puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
No te preocupes por el mañana.
El mañana se preocupará por sí mismo.
A cada día le basta su inquietud”.
Mt 6,27. 34
Eduardo Casas
Ya casi terminamos este año que se nos ha dado vivir y vamos a comenzar otro. Uno se va y otro viene. La rueda del tiempo parece no descansar nunca, girando una y otra vez, abriendo y cerrando ciclos. El tiempo envejece y rejuvenece. Nace y muere. Se gasta y se transforma. Se recicla y resucita.
Este año -ya se ha puesto viejo y caduco- y cae como una hoja de otoño. Sin embargo, brota un retoño nuevo en el árbol del tiempo y de la vida. Un año nuevo para un tiempo viejo y memorioso. Un año para que -de nuevo- nos hace renovar la esperanza.
¿Qué nos deparará el año que nace?; ¿qué se lleva de nosotros el año que termina?, ¿cómo termino el año que nos deja?; ¿qué le dejo yo al año que se acaba?; ¿qué cosas acaban con este año?; ¿qué cosas se inician con el año que llega?
Cada año tiene 525.600 minutos. Los vamos transitando uno a uno. En el reloj de arena del tiempo, grano a grano va cayendo.
¿Con qué llenamos cada uno de esos minutos que se nos confían a término?; ¿qué hacemos con esos minutos que se nos entregan para que los administremos lo más sabia y prudentemente posible para el bien?
¿Qué es lo da sentido al tiempo?; ¿cómo se mide el tiempo que vivimos?, ¿por el amor, por el encuentro, por los afectos, por los momentos compartidos o por los recuerdos añorados?
La vida consiste en buscar nuestra forma de amor y de amar. La vida es un ensayo -cada vez más completo y más pleno- de nuestra propia felicidad posible.
Eso es lo que buscamos en cada tiempo que nos es regalado: ¿qué es lo que colma los minutos de cada año?; ¿cómo los viviré?; ¿cuántos de ellos estarán destinados a la felicidad, cuántos al amor, cuántos al dolor, cuántos a la alegría y cuántos a la tristeza?; ¿cuántos serán míos o serán de los otros?; ¿en cuántos me encontraré con Dios?
Cuando el tiempo se vive en el amor, nos rejuvenece también a nosotros. Aceptemos de nuevo un año nuevo, no para que nos haga más viejos a nosotros sino, al contrario, para que nos renueve en el amor.
Bendigamos de antemano el tiempo que se nos será dado para que todo se mida desde el amor.
Oración para consagrar el nuevo año que comienza
Final y comienzo.
Los círculos de la vida y la rueda del tiempo.
Alfa y Omega
Jesús: Principio y fin.
Dueño del tiempo y la existencia.
Recibimos nuevamente el encargo de una sabia administración del tiempo que nos concedes
simbolizado en el año nuevo que comienza
con sus días vírgenes,
plenos de la sorpresa de aquello que nos traerán para vivir,
mostrándonos el cotidiano paisaje donde se dibuja tu providencia.
No quiero vivir de lo que ya ha sido o de lo que aún no fue.
El pasado tuvo su oportunidad; el futuro aguarda la suya.
El pasado es ahora mi aprendizaje y el futuro será la consecuencia de mis opciones.
Dame la serenidad de estar en paz con mis días.
A Tí consagro todo lo que viviré en este año:
lo bueno y lo no tanto;
el gozo y el sufrimiento;
el trabajo y el descanso;
el amor y el llanto…
En todo estaré viviendo -nueva y profundamente- tu Pascua.
Tu “Paso” por mis días.
El tiempo pasa y yo paso por el tiempo.
En ese intercambio descubro
lo que se esconde más allá del tiempo,
lo que me está aguardando.
Señor de la vida y de la historia,
del tiempo y la eternidad.
A Tí consagro todo lo que con este nuevo año me quieras dar.
Ahora todo es una nueva promesa.
Lo acepto.
Gracias Jesús.
Amén.
EC
