Eduardo Casas
1. Un nuevo Jubileo
La celebración del Jubileo o Año Santo se origina en el judaísmo. Según la Biblia consistía en la conmemoración de un año que se dedicaba a festejar. Se lo llamaba año sabático ya que para la religión judía el día de descanso dedicado al culto de Dios era el sábado. Durante el año jubilar se ponían los esclavos en libertad, se restituían las propiedades a quienes las habían perdido, se perdonaban las deudas y se descansaba de los trabajos habituales (cf. Lv 25,8).
Los cristianos -inspirados en esta tradición- le dieron un sentido más espiritual. En los jubileos cristianos la Iglesia otorga un perdón especial que se llama indulgencia (que perdona la culpa y la pena de los pecados cometidos) a aquellos fieles que cumplen con ciertas disposiciones para realizar algunas obras de caridad.
El Jubileo es un Año Santo Extraordinario, en este caso, para remarcar la necesidad que todos tenemos de la misericordia de Dios y de la compasión fraterna.
El primer Jubileo de la Iglesia católica fue convocado en el siglo XIV y desde entonces la tradición no se ha interrumpido. El último fue convocado por San Juan Pablo II, en el inicio del año 2000, para comenzar el nuevo milenio y el nuevo siglo.
El rito inicial del Jubileo se caracteriza por la apertura de la Puerta Santa ya sea en la Basílica de San Pedro o en alguna otra Iglesia dispuesta por el Papa. La apertura de la Puerta significa que se abre un camino extraordinario de gracia de Dios para todos. El mismo Jesús afirmó: “Yo soy la puerta, el que entra por mí se salvará y podrá entrar y salir” (Jn 10,10). Este rito se repite en cada comunidad para todos los fieles al comenzar un nuevo Jubileo.
El Jubileo de la Misericordia dará comienzo el 8 de diciembre de 2015–día de la Virgen en la que se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción- y se extenderá hasta el 20 de noviembre de 2016 –la solemnidad de Cristo Rey- para celebrar los 50 años aniversario de la clausura del último Concilio de la Iglesia que fue el Concilio Vaticano II.
El Papa Francisco durante su visita a África en Bangui, la capital de la República Centroafricana, el tercer país más pobre del mundo, ya realizó el ritual de la apertura de la Puerta del año santo. Allí afirmó que debemos ser “artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación y expertos de la misericordia” y recordó que “la paz es el nombre de Dios y que las religiones no son (ni deberían ser) el problema, sino parte de la solución”.
2. Obras de misericordia
La palabra misericordia etimológicamente significa miser (miseria) y cor-cordis(corazón) por lo tanto evoca una actitud compasiva hacia la vulnerabilidad y necesidad del otro. Ciertamente hoy la palabra miseria–componente etimológico de la palabra misericordia- suena muy dura sobre todo cuando se habla de la miseria moral. Por supuesto que todos tenemos miserias. No obstante, como en la actualidad también la miseria se encuentra asociada a lo económico –se habla de la miseria como el rango más inferior de la pobreza- o, en otros casos, la miseria está ligada a la corrupción –miseria en el sentido de miserable- es por eso que nos ayuda a entender mejor el concepto de misericordia la disposición de cuidado y protección hacia la vulnerabilidad, fragilidad o debilidad humanas.
La misericordia es un amor activo y compasivo. Es un amor compasivo porque se compadece, padece-conel otro que es vulnerable o sufriente. Es también un amor activo que toma al ser humano en su totalidad y unidad, en cuerpo y alma.
De allí que la tradición espiritual de la Iglesia habla de 7 obras de misericordia que tienen por finalidad el bienestar físico de las personas: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al extranjero, vestir al desnudo, visitar al enfermo, visitar a los presos y enterrar a los muertos. Estas obras de misericordia tienen su fundamento en el texto del Evangelio de Mateo 25, 35-36 cuando Jesús dice de sí mismo: “tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; forastero y me recibieron en su casa; sin ropas y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”.
También hay 7 obras de misericordia que tienen un cometido espiritual. Por ejemplo, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en el error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás, rogar a Dios por los vivos y los difuntos. La lista de las obras de misericordia espirituales la ha tomado la Iglesia de textos que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Jesús: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, la aceptación del sufrimiento, etc.
El número 7 de cada conjunto de obras de misericordia, tanto corporal como espiritual, hace referencia al sentido que tiene el número 7 en la Biblia que evoca la totalidad y plenitud de un proceso completo. Por lo tanto el cuidado acabado del ser humano, en cuerpo y alma, está contenido en las 7 obras misericordia corporales y espirituales.
3. Palabras del Papa Francisco respecto al Año Jubilar
Estas son algunas afirmaciones de la Bula Papal Misericordie Vultus (el rostro de la misericordia) sobre el Jubileo:
“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre.[1]Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.[2] En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Hay que abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! ¡Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz! No caigamos en la indiferencia que humilla y anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de los privados de dignidad y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio.[3]No será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia.[4]No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad. Con la justicia se entiende también que a cada uno se debe dar lo que le es debido. La misericordia no es contraria a la justicia. La justicia por sí misma no basta. Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón. Esto no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin sino el inicio de la conversión. Dios no rechaza la justicia. Él la engloba y la supera en un evento superior donde se experimenta el amor que está a la base de una verdadera justicia.[5]