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ESPIRITUALIDAD DEL CUIDADO

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Espiritualidad para el siglo XXI (Quinta temporada)

Eduardo Casas



1.      Etimología

El cuidado y su praxis es de interés de muchas ciencias: la medicina, la psicología, la psiquiatría, la psicopedagogía, la antropología cultural, las diversas ciencias sociales, entre otras.

Desde la fe cristiana, sabemos que el Dios Creador y providente revela en la historia una constante condescendencia amorosa para con el ser humano. Jesús, el Dios Encarnado, manifiesta la proximidad humana y cercana de los cuidados misericordiosos del Padre: sus gestos y milagros expresan la atención protectora de un Dios que socorre toda situación humana.

Empezaremos por considerar la procedencia de la palabra cuidado. La etimología es la raíz última de una palabra, su sentido originario. Aunque a lo largo de la historia, los términos adquieren significados plurales, retrotraerse a la fuente primordial, constituye un ejercicio básico para saber acerca del sentido y el empleo de un vocablo determinado.

Por cierto, no está muy clara la raíz de la etimológica  latina de la palabra cuidado. Algunos la asocian con el don y lo dado, sugiriendo que cuidado tiene el significado de “proteger el don”.

Otros asocian la palabra cuidado con la raíz del verbo que designa al acto de pensar.Esta opción sugiere que el cuidadoes una ciertaactitud de atención quenecesita del pensamiento reflexivo y el análisis. Para cuidar responsablemente, hay que juzgar y discernir las posibilidades reales que uno tiene de hacerse cargo.

Por último, hay quienes se inclinan que la palabra cuidado se deriva del término que expresa desvelo, preocupación, interés e inquietud.  De esta acepción se origina la relación entre cuidar y curar.

Por lo visto, la raíz etimológica del verbo cuidarse relaciona directamente con diversos términos de origen latino: don, pensamiento y curación. Todos los significados nos confirman que el cuidado es un modo de intervenir en el mundo con los otros y para ellos; una forma de existir y coexistir que construye el ser, la  identidad y las relaciones.

En el uso y sentido popular, la palabra cuidadoposee un matiz tanto positivo como negativo. “Estar al cuidado de” es un empleo de sentido positivo. “Cuidarse de fulano” es una advertencia de  sentido negativo.  El cuidado alude tanto a una actitud empática que genera comunión (“cuidar a”) como a una actitud defensiva que marca distancia (“cuidarnos de”).

Por lo tanto, la palabra cuidado tiene una gran carga. Es un término que se utiliza en distintos contextos para significar realidades diversas. Las palabras son tan ricas que nos permiten, en su conjunto, ver la realidad desde variadas perspectivas complementarias.  Las palabras nos abren al mundo de las cosas.  

2. Cuidar y curar


El cuidado es fundamental en el ser humano y en su cotidianidad; además, constituye una forma de alcanzar cierto control sobre la inseguridad existencial de la vida.  Nos permite  -de algún modo- resguardar la existencia.  La vulnerabilidad es el modo originario de nuestro ser en el mundo, nos envuelve -desde el origen de nuestra existencia- provocándonos desamparo e indefensión ante el dolor, la enfermedad y la muerte. Sólo mediante el cuidado  el ser humano logra desarrollar todas sus potencialidades, resguardarse de las hostilidades y llegar a ser, auténticamente, él mismo.

Cuidar es también esfuerzo y solicitud. Conlleva, por un lado, dedicación y trabajo y, por otro, entrega, solicitud y respuesta a las necesidades ajenas. Practicar el cuidadoes esforzarse solícitamente por algo o alguien. Cuidar y curar no deben considerarse aisladamente sino mutuamente implicados.  Aplicar la cura a alguien significa cuidarlo y curarlo. La acción de cuidar,  tiene efectos curativos, aunque más no sean en el plano emocional que, por otro lado, no es menos importante. Para curar es necesario cuidar y cuidar es anterior a curar.

Además cuidar y curar se relacionan con capacitar,  ayudar a alguien a descubrir sus posibilidades: tener la capacidad  y  la habilidad para hacer algo y desarrollarse, consiguiendo que la persona pueda reconquistar su propia  autonomía afectada.

Para comprender cualquier actividad humana, necesitamos interpretar qué es el cuidado ya que el ser humano, en sí mismo, escuidado. No es meramente algo extrínseco que hacemos. El cuidado es  una condición que nos constituye: sin cuidado nos deshumanizamos.

El cuidado empieza por uno mismo. No podemos cuidar a otros sino nos hacemos cargo de nosotros.  El modo mediante el cual la libertad individual se construido éticamente es el cuidado. En nuestra sociedad actual el cuidado de sí y el ocuparse de uno mismo se lo relaciona con una forma de narcisismo, egoísmo o interés individual en contradicción con el necesario sacrificio de uno mismo para prestar servicio a  otros.   Para conducirse bien y practicar la libertad, es necesario ocuparse y cuidar de sí.


3. El cuidado en la mitología y en la Biblia


Entre la razón y la poesía se encuentra la mitología, una forma tan ancestral como el mundo para penetrar e interpretar los misterios de la existencia.  Respecto al tema que nos ocupa, hay un relato de la mitología romana llamado Fábula del hombre y el mundo escrito por Higinio (40-30 a.C.) en la primera mitad del siglo I que puede ilustrarnos. Higinio fue el director de la Biblioteca de Roma por encargo del Emperador César Augusto. Escribió textos sobre las características de los dioses, biografías de personas ilustres del mundo romano, ciencias naturales, geografía, astronomía y astrología. Es en su obra “Genealogía de la fábula”  recopila historias y mitos de la tradición griega y latina.  Allí se encuentra el mito-fábula sobre el Cuidado y la creación del ser humano.

Recordemos que una fábula es una narrativa imaginaria cuyos personajes, por regla general, son animales, plantas o cosas que personifican cualidades, virtudes y vicios humanos con el fin de transmitir una enseñanza moral. La ficción presentada por Higinio es una fábula-mito muy rica en referencias a figuras mitológicas greco-latinas de gran simbolismo: Júpiter (Zeus en la mitología griega), Tierra (Gea en la mitología griega) y Saturno (Cronos en la mitología griega). Esta fábula-mito es presentada como el fundamento de un ethos del cuidado ya que en ella, Cuidado no es una divinidad sino una personificación que representa un modo de ser de la condición humana. A continuación les presento la fábula:

“Un día en que Cuidado atravesaba un río, observó el abundante barro que existía en las orillas. Tomó entonces un poco y casi como un juego se puso a moldearlo y darle forma. Mientras estaba entretenido en esto, el dios Júpiter, padre de los dioses,  se acercó para darse un baño en las aguas.

Cuidado le pidió a Júpiter que, con su espíritu, soplara su hechura de barro para que fuera un ser viviente. Júpiter accedió gustoso, luego Cuidado quiso ponerle nombre a su creatura. Júpiter se lo prohibió, suscitándose una discusión entre ellos, a menos que Cuidado le diera a dicha creatura el nombre de Júpiter como  un acto de reconocimiento al máximo dios.

Mientras discutían, apareció Tierra, quien al ver la nueva obra quiso llamarla con su propio nombre pues vio que estaba hecha de su propia materia y alegó que ella debía dar el consentimiento para que la nueva creatura fuera hecha de parte de su sustancia.

Como los tres mantenían una acalorada discusión, le pidieron a Saturno que actuara como árbitro. Luego de un tiempo y al contemplar a la creatura viviente, tomó la siguiente decisión, sentenciando como juez el siguiente veredicto:

Júpiter, quien le otorgó el espíritu, recibirá el espíritu cuando la creatura muera.
Tierra, quien le otorgó el cuerpo, recibirá el cuerpo cuando la creatura muera.
Cuidado, quien moldeó a la creatura, la asistirá solícitamente mientras la creatura viva.

Respecto al nombre de la nueva creatura, Saturno decidió que sería llamada simplemente hombre, designación que se deriva de humus que quiere decir tierra fértil ya que la nueva creatura era fruto de la fecundidad de los dioses y prometía  ser muy fecunda”.

En algunas versiones de este mito de los orígenes, la personificación de Cuidado aparece alumbra el origen, el parto mítico del ser humano, y tras la existencia de éste, se transforma en su constante cuidador acompañándolo hasta la muerte. Es también el  mediador por el que dicha creatura recibe un espíritu trascendente. El cuidadoalude, además, que el ser humano -desde sus inicios- está afectado, en su carácter mortal, por diversas dolencias. El cuidado como curación tiene, como imagen, la fuerza de la rehabilitación y su aspecto sanativo.

El mito subraya la unidad del ser humano como un compuesto mixto de tierra (cuerpo) y soplo (espíritu). El origen está producido por Cuidado, el cual asiste permanentemente al ser humano mientras esté con vida en este mundo. La acción de Cuidado lo dota de entidad (lo hace ser) y también le otorga identidad (le  confiere un nombre derivado  de aquello de lo que está hecho, lo cual se visibiliza a simple vista).


Las coincidencias de algunos elementos entre esta fábula y el segundo relato de la Creación del Libro del Génesis, en la Biblia, son notorias. Mientras que el primer relato de la Creación subraya la trascendencia de Dios,  el cual crea con su sola Palabra, en el segundo relato se manifiesta la cercanía y  la intervención directa del Creador bajo la imagen de un alfarero. El ser humano es descripto metafóricamentecomo una hechuradebarro(Gn2,7) portadora de un alientodivinode vida quelaelevasobre los demás seres. Sin embargo, debe  continuamente recordar quedelpolvo de la tierra havenidoyhacia él irá(cfr.3,19). Es unamezclaparadójicadebarroy espíritu,lomásbajoy lomásalto.El barroessímbolo desucondicncreatural, fragilidad, vulnerabilidad, caducidad y mortalidad.Elbarrose puede moldear y, a la vez, ensuciaymancha.  Enestaimagenseencuentraimplícita y sugerida,anticipadamente, elmisteriodeladebilidad humanaconsumadaenelpecado.El ser humano es creaturay pecador.

En elEvangelio de Juan -elpasajedelmilagrodeJesdandovistaalciegode nacimientoenelque usa barroparauntarlelosojos(cf. 9,6-7)- aparecen elementos comunes del relato del Libro del Génesis y de la fábula de Higinio. Elbarro queJes hacerecuerda al fangoprimordialdelParaíso.Laluz -primeraobrade laCreacn en el relato sacerdotal- eslaque,porprimeravez, llegaalosojosdel  hombre ciego.El barroylaluz  -elementosdelaCreacn- sonla base de un milagro de re-creación que le posibilita a  Jesús  revelarse comoLuzdelmundo(cf.9,5).En este mismo pasaje –recordando también el Libro del Génesis- queda planteada laproblemática delpecado. LepreguntanaJesúsquiénpeco, si elciegoosuspadres(cf.9,1).

Elbarroes,entonces, desdeelprimerLibrodelaBiblia, el símbolo de una de las característicasfundamentales delanaturaleza humana: sudebilidad.

En síntesis, tanto en la fábula de Higinio –que presenta el Arquetipo del Cuidado-  y manifiesta el pensamiento de la mitología occidental o en los textos de la Biblia que hunden sus raíces en el pensamiento de la cultura oriental, en todos estos textos antiguos, a través de las diversas metáforas, se alude a la compleja unidad vital del ser humano en la cual existe una vulnerabilidad constitutiva. Esta debilidad original requiere de una cuidadosa solicitud  de la asistencia divina.

Para terminar este punto, comparto el fragmento de un poema que habla de la conciencia de ser “barro”:

Una lágrima me moja el alma
destiñendo sueños que llegan tarde.
Me muevo y me detengo.
Busco mi fuego y su aire.
Entre el agua y la tierra,
soy simplemente barro.[1]


4. El cuidado nos hace ser humanos


El cuidado nos hace pensar que la relación con el prójimo se construye a partir del otro y de su necesidad. No somos nosotros el centro de la relación con el prójimo sino –al revés– es la necesidad del otro la que nos constituye en prójimo. No hay próximo porque yo me decida a serlo sino que lo soy porque el otro me necesita. Allí donde hay una necesidad, allí está la posibilidad de la projimidad. No es que somos prójimos porque amamos sino que, porque amamos, somos prójimos. La projimidadno es la causa sino la consecuencia. La causa es siempre el amor. La necesidad del otro es lo que me constituye prójimo, me hace su semejante y realiza la confraternidad. Todo el que necesita algo o alguien, es mi hermano. No es que seamos hermanos porque nos decidamos a ayudar a alguien; al contrario, es la situación del otro la que nos revela y nos reclama como hermanos. Somos hermanos de todos, especialmente de aquellos que más nos necesitan.

La fraternidad se construye por la necesidad que tiene el otro a partir de una situación de vulnerabilidad. Quién más o quién menos, todos -en algún aspecto- somos necesitados. Por eso, igualmente, todos somos hermanos. El que necesita algo de mí es mi prójimo y yo soy el prójimo de otro porque también tengo necesidades: vivimos y sufrimos lo mismo.

El cuidado no es sólo una expresión de la caridad que nos hace prójimos y hermanos sino que para muchas formas parte de la cotidianeidad al servicio de la vulnerabilidad y de la necesidad del otro haciéndonos custodios de la vida.

Para el cuidado es necesaria la purificación de actitudes  existas, competitivas, ganadoras y  triunfalistas como también aislamientos individualistas, situaciones que nos superan, heridas vinculares, desgastes, insatisfacciones, equivocaciones, frustraciones, desazones, agobios e incertidumbres,  entre otras realidades.

El cuidado se muestra en el acompañamiento, en el sostenimiento y en el compromiso. Es preciso la presencia, el estar “todo entero” en cada situación, la actitud delicada, discreta, prudente, respetuosa de la privacidad ajena, sin juzgar, recibiendo y acogiendo, valorando al otro, atentos e interesados, escuchando, iluminando, conteniendo, dando alguna palabra o gesto, con calidez y sensibilidad.

El cuidado nunca es control, vigilancia, inspección, recabar información. Al contrario, nos expone, despierta expectativas, posibilita demandas y canaliza ansiedades en quien solicita  acompañamiento. De nuestra parte requiere el equilibrio entre el gozo y el cansancio, el compromiso y el desgaste, la serenidad y la impotencia. En el cuidado, todo es servicio. Hay que procurar que la empatía –actitud necesaria aunque no suficiente- se convierta en comunión. No se puede estar a la defensiva de las personas y las situaciones estresantes. Es necesario dejar toda actitud omnipotente y sobreprotectora. Revitalizar las fuerzas necesarias, rumiar experiencias, administrar sabiamente la paciencia, la disponibilidad y la gratuidad de quien se entrega al alivio de otros.

Es preciso no caer en las “tentaciones” del cuidado: instrumentalización de las personas y sus necesidades, manipulación afectivo-psicológica, ejercicio totalmente autónomo del poder, autosuficiencias, personalismos, y narcisismos junto a sentimientos de desesperanza, escepticismo, esterilidad y preocupación malsana.

Es necesario educarse para tener umbrales de fracasos, decepciones y frustraciones. Ser serenamente realistas. El sentido del humor sana y reconcilia. Es preciso tener espacios para soñar juntos, impulsando esperanza. Dejarnos ayudar y consolar es también un aprendizaje de modestia y humildad.

Todo lo humano debe ser cuidado. Lo más importante siempre es frágil, requiere de protección y cariño. Todos somos corresponsables, cada uno desde su lugar y su rol. En una familia no sólo cuida el padre o la madre, los hermanos también se cuidan entre sí.  La misma vida, en la integración de sus ciclos, ofrece un abrazo de inclusión existencial. Elanciano y el niño se pareen en muchas cosas. El principio y el final de la vida se reencuentran y se reconocen mutuamenteenunmismoespejo. En las familias se verifica un cuidado intergeneracional: con la ancianidad de los padres, los hijos se vuelven padres de sus propios progenitores y éstos se confían como hijos. La vida -en su aprendizaje de continuo cariño- abre y cierra todas las etapas en un mismo abrazo. Nos cuidan al nacer. Nos cuidan al crecer y nos cuidan al morir.

El cuidado muestra el lado más humano de todas las relaciones y roles: paternidad, maternidad, esponsalidad, filiación, fraternidad, amistad, compañerismo, etc. No hay ningún vínculo y rol que quede exento. Todos podemos y –en algunos casos- debemos cuidar. El cuidado es un concepto relacional, genera un modo de vínculo especial.  Cuidar es preservar la identidad del otro para que sea, cada vez más, él mismo. Consiste en re-humanizar la vida y los lazos. 


5. La éticadel cuidado


A partir de nuestra concepción, en el nacimiento y en el posterior crecimiento, siempre hemos sido cuidados. De lo contrario, no hubiéramos sobrevivido. El primer acto de amor que recibimos ha sido de cuidado. Todos somos los que somos por haber sido cuidados.

Hay un cuidado preventivo, un cuidado paliativo y un cuidado proactivo. El cuidado preventivo es aquél que realizan generalmente los padres, docentes, superiores o adultos para con los niños o jóvenes en la consideración y ponderación de oportunidades, desafíos, peligros, advertencias y consecuencias de determinadas situaciones o elecciones. Esta constituye una prevención exhortativa. El cuidado paliativo es aquél que se tiene en situaciones ya establecidas de dolencia, enfermedad o  riesgos asumidos  tratando de aliviar y rehabilitar a quien lo padece. El cuidado proactivo es aquél en el cual se capacita positivamente a las personas, de acuerdo a sus posibilidades y potencialidades para enfrentar las diversas y cotidianas realidades de la vida y sus circunstancias con resiliencia. Consiste en una prevención constructiva que sirve para adelantarse a una situación que puede darse o afrontar cualquier situación de riesgo personal o social. Se adquiere fundamentalmente mediante el estímulo y el fortalecimiento de la autoafirmación y autoestima.

El cuidado en cualquier de estas tres expresiones -aparte de ser una mera actitud- puede ser una inclinación, una disposición, un hábito, una virtud humana y cristiana. Es una de las expresiones más delicadas de la caridad, suavidad de ternura y cariño, mansa bondad, presencia diligente, protección solícita, contención fraternal, acompañamiento sostenido, cálida gratitud y memoria bendecida.

Todo cuidado se define por una elección de amor que asiste a una necesidad, vulnerabilidad,  inconsistencia o fragilidad que nos reclama.  Es una de las formas más maduras y exquisitas del amor y del acompañamiento.

El cuidado requiere muchas otras nobles actitudes: escucha, diálogo,  respeto, sostenimiento, apoyo, consuelo, solicitud, cordialidad, confianza, ternura, calidez humana servicio, compromiso, contención, compartir, fraternidad, projimidad, cercanía, empatía, solidaridad,  sentido del humor, disponibilidad de tiempo, aceptación de desafíos, atención prioritaria, tacto en el trato, vinculación interpersonal, confidencialidad para preservar la privacidad ajena, etc.

También se necesitan variadas virtudes: caridad, sabiduría, fortaleza, discernimiento, compasión,  prudencia, etc.

En tiempos de inseguridad social y de crisis de institucionalidad vivimos en un clima de desprotección jurídica, impunidad, intolerancia, exclusión, marginación, indefensión y descuido generalizado. También padecemos emergencia ecológica y ambiental que requieren, cada vez más imperiosamente una actitud de cuidado del planeta y de los recursos naturales. Todo ser vivo necesita ser protegido, tal es el cometido del ser humano desde el momento inicial de la Creación: ser señor y custodio (cf. Gn 1,26).

En nuestro mundo –considerado como naturaleza y cultura- la presencia humana emerge a partir de dos modos de ser: el trabajo y el cuidado. El trabajo se da mediante la interacción y la intervención,  el ser humano se convierte en hacedor y productor de culturas. El otro modo de ser en el mundo se realiza a través del cuidado, el cual no se opone al trabajo sino que le confiere una acentuación diferente. Por medio del cuidado, la naturaleza y todo lo que existe en ella, deja de ser mero “objeto”.Se supera la relación de dominación que se ejerce a través del trabajo. En el cuidado, en cambio, el ser humano interactúa a través del vínculo ya que todos los seres vivientes son sujetos con derechos y representan valores que remiten a una realidad fundamental a la que todos pertenecemos. Cuando el ser humano coexiste, sabia y pacíficamente, es capaz de que el dominio se transforme en convivencia. Se suplanta el valor utilitarista por el sentido intrínseco que tienen las cosas. Emerge el  respeto, la sacralidad, la reciprocidad y la complementariedad, permitiendo al ser humano la experiencia fundamental de pertenecer al mundo que habita  a través de una actitud reverencial hacia la vida, la tierra y todos los seres. Toda vida y toda la vida necesita cuidado siempre.






[1]CASAS, E. Entrelíneas. Letras Olvidadas (2014, Noviembre 10).  Consultado el 07. 04. 2015, de http://eduardocasas.blogspot.com.ar/2014/11/entrelineas-letras-olvidadas.html.

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