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Channel: Eduardo Casas - El lado humano de la fe.
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LA ASUNCIÓN DEL CUERPO EN EL CAMINO ESPIRITUAL

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Espiritualidad para el siglo XXI 

Eduardo Casas

1. Nueva mirada


Sabemos que el cuerpo es objeto de estudio de varias ciencias y disciplinas. Esto hace que sea muy importante descubrir su valor y dignidad para conocerlo, respetarlo y defenderlo desde el fundamento de valores espirituales y éticos.

El cuerpo humano tiene una importancia relevante en la cultura actual expresada a través del deporte, dietas, modas, cirugías plásticas, tatuajes, marketing publicitario, consumismo, exhibicionismo. etc.

A menudo se ha tenido culturalmente prejuicios respecto al cuerpo proveniente de concepciones filosóficas, religiosas o teológicas que establecieron una relación traumática y culpógena con el cuerpo como si fuera la dimensión más degradante de la persona humana. 

Hoy existe una valoración nueva y positiva respecto al cuerpo incluso en la religión. Hay una posición reconciliada con el cuerpo. En el presente existen incluso corrientes de espiritualidades de integración de todo lo corpóreo a lo humano.


2. Cuerpo biológico y cuerpo vivido


El cuerpo es una dimensión esencial y constitutiva de la identidad del ser humano. Establece nuestra co-existencia en el mundo, posibilita la interacción con otros seres y manifiesta nuestra socialidad. Posibilita el ser-con y el ser-paraotros. Configura nuestros vínculos y las expresiones afectivas. Genera nuestra presencia y nuestro modo de ser, de estar y de aparecer en el mundo.

Es condición de la existencia personal y de la coexistencia con los demás, con el mundo cultural y con la naturaleza. Su mediación tiene capacidad metafórica y expresiva: muestra y transforma de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro siendo posibilidad de contacto y  comunión con los otros. 

El ser humano tiene una doble experiencia con su cuerpo: se identifica con el hecho de ser un ser corpóreo y también tiene conciencia de que, su propia esencia, no es solamente ser un cuerpo. No sólo registra los procesos fisiológicos sino, además, se manifiesta como un cuerpo vivido, expresión y realización de sensaciones y deseos. El cuerpo biológico y el cuerpo vivido son dos modos que coexisten  permitiendo experimentar la unidad.

El cuerpo biológico u orgánico es el organismo viviente y complejo en toda su fisiología, participando en todas las acciones de la persona. Para todas las cosas necesitamos el cuerpo, incluso hasta para las actividades más espirituales como pensar, querer, amar, rezar, etc. Para todas las acciones psicológicas y espirituales requerimos del concurso y la colaboración del cuerpo.

El cuerpo humano –existencialmente considerado- expresa la condición espiritual de la persona. Es el cuerpo vivido o autobiográfico: el cuerpo sentido, sufrido, amado, herido, transformado a  lo largo de toda la vida y de sus ciclos.

Existe posibilidad de no identificación con el cuerpo propio. Hay quienes desean otro cuerpo distinto del que tienen. Se dan distorsiones del vínculo con el cuerpo por diversas razones: autoimagen, referencialidad modélica imperante en la sociedad, el imperativo de la moda, razones patológicas ya sea en lo psicológico como en físico, etc. En el aprendizaje de ser uno mismo, la aceptación del propio cuerpo y de su fisonomía forma parte de una sabiduría realista. Es necesario establecer una adecuada relación entre el yo, el cuerpo y la autoestima.


3. Superando algunas interpretaciones reductivas del cuerpo


El yo tiene consciencia del propio cuerpo que somos. No somos espíritus desencarnados. Nuestra condición de encarnación sensorial, espacio-temporal y relacional es lo que permite comprendernos como algo más que un mero organismo. El cuerpo es esencial a la identidad del sujeto que somos. No existimos ni como puro sujeto, ni como mero objeto. Integramos la conciencia de nuestro yo (la dimensión interior, subjetiva, e invisible) con nuestro cuerpo en el espacio y en el tiempo. Gracias al cuerpo inhabitamos un espacio que no sólo es visual sino también táctil. A su vez, la subjetividad corpórea se temporaliza, se mundaniza, se secuencia. El cuerpo es identidad propia: paisaje, memoria, historia, autobiografía, presencia, contacto y vínculo. Nos permite existir, abrirnos al mundo desde nuestros sentidos  e incluso capacidades espirituales.

El cuerpo manifiesta la visibilidad de lo invisible del yo. Instaura la vida encarnada que experimentamos. Es nuestro modo de acceder al mundo y a la intersubjetividad, lugar de intercambio entre cultura y naturaleza junto a las transformaciones que se producen en la transición de uno a otro. Nos sitúa en el escenario de la realidad. Es siempre perceptor  y, a la vez, percibido.

La conciencia del yo siempre está comprometida con el cuerpo que se diferencia de cualquier otro objeto. El cuerpo vivido no es mero cuerpo de hecho sino el mediador entre la propia conciencia y el mundo, en una profunda circularidad que le permite acceder al mundo y, al mismo tiempo, diferenciarse de él.

Es así como el yo encarnado se abre a la Trascendencia desde la existencia carnal. El cuerpo expresa la motricidad,  el movimiento orientado del “yo puedo”: centro de acción y de aprendizaje ya que constantemente organiza los estímulos y hábitos, acomodándose a las situaciones. No es materia pasiva, ni accidental.

En la actualidad, se va superando  la separación entre la espiritualidad y el cuerpo que nuestra tradición occidental consideró, por siglos, como un accesorio anexado y agregado. No hay que concebir una interpretación dualista de la relación cuerpo y alma ya que supone siempre una apreciación negativa respecto al cuerpo. Tampoco una interpretación mecanicista que concibe meramente cómo funciona el cuerpo. De igual forma se debe descartar una interpretación materialista porque es reducir a la persona meramente a su corporeidad y si bien la persona es corpórea, su yo excede el propio cuerpo.


4. Somos unidad


Nuestra condición de seres espirituales en una existencia carnal y corpórea nos permite la unidad entre la sublimación del cuerpo y la encarnación del espíritu. El espíritu y el cuerpo humanos, por separados, no son autosuficientes. Somos la unidad de un espíritu encarnado y un cuerpo animado y espiritualizado. Existe un nudo entre ambos elementos constitutivos del propio yo que nos permite existir integradamente en unidad, complementando y diferenciando cualitativamente ambos constituyentes.

 Afirmar el espíritu y el cuerpoes mencionar la totalidad y la unidad del ser humano desde alguna de sus dimensiones constitutivas. No se divide o se disecciona la unidad que el ser humano es.

Toda la corporeidad, incluyendo su sexualidad, forma parte de la espiritualidad de la persona; de la misma manera que a la espiritualidad le es esencial la experiencia sensible y afectiva. No hay separaciones entre una y otra. Lo físico es siempre expresión del alma que se expande sensorialmente, buscando formas y dilatándose a través del mundo de los sentidos, logrando una mejor conexión y comunión con todo lo que nos rodea.

            La persona humana no “tiene” un cuerpo como algo extrínseco a sí mismo, un residente extraño, un huésped momentáneo y transitorio, algo ajeno, una especie de cápsula, vasija, recipiente o envase que luego se deja, una cárcel que aprisiona con sus muros de carne, piel, huesos y tejidos;un instrumento, un envoltorio, un revestimiento una herramienta,  una cáscara, etc. La persona toda es cuerpo.

Lo propio del “tener” es la exterioridad, la diferencia con nosotros a partir del ser y la posibilidad de disponer y de deshacerse de algo que tenemos. El ser humano “es” su propio cuerpo. No lo habita como si alojara un huésped extraño. El yo está en situación de encarnación. La corporeidad no es ajena al yo. Yo soy también mi cuerpo. La identidad del yo asume lo corporal. El cuerpo es experimentado y vivido como integrante del yo. No es el ojo el que ve sino que yo el que veo. En la acción del cuerpo está presente el sujeto como persona. Esto no quiere decir que el cuerpo no tiene procesos autónomos e independientes de la conciencia y de la libertad de la propia persona. Todos los procesos naturales, fisiológicos, los ciclos de crecimiento y de decrecimiento, la declinación de la vida e incluso la muerte son independientes del querer humano. Son procesos involuntarios. Somos nuestro propio cuerpo pero hay realidades de nuestro cuerpo que no conocemos, ni manejamos.


5. Existencia espiritualmente encarnada


Siempre hay que afirmar la unidad  integral y existencial del ser humano como un compuesto de dimensiones físicas y espirituales. Se habla de “compuesto” porque no es un ser simple. Posee diversos niveles de constitución desde los más biológicos a los más espirituales. Su yo es un sujeto espiritual consciente con una existencia encarnada en la corporeidad espacio, temporal y vincularmente donde su cuerpo no es meramente extrínseco. El cuerpo humano es también interioridad. Expresa y traduce el inconsciente. Lo físico es siempre expresión del alma que se expande sensorialmente, buscando formas y dilatándose a través del mundo de los sentidos, logrando una mejor conexión y comunión con todo lo que nos rodea. Alma y cuerpo –incluso al considerarlos en sí mismo-  indican la unidad y la totalidad del ser humano bajo un determinado aspecto. El cuerpo es el organismo vivo y el alma alude a la no irreductibilidad  de la persona al mero cuerpo y a su dimensión física y material. El alma es el principio que activa la animación vital.

El ser humano no “tiene” un alma sino que ella configura al sujeto. Es la subjetividad de un alguien: de un yo. Ni siquiera es correcto decir que el cuerpo humano “tiene” un alma. En sí mismo, el cuerpo humano es vivificado y es espiritual. A la vez, la persona toda es alma, el principio vital de animación de todo ser viviente. Por último, la persona toda es espíritu, el principio de apertura a la Trascendencia que sólo poseemos los seres humanos a diferencia del resto de la creación irracional. La persona humana, por lo tanto,  es corpórea,  es alma y es espíritu a la vez, simultáneamente, en unidad.

            En esa unidad, no sólo la corporeidad es sexuada sino que también lo es el alma y el espíritu ya que son el cuerpo, el alma y el espíritu de una persona humana, las cuales somos siempre sexuadas. La espiritualidad también expresa y comunica la corporeidad y la sexualidad.

El ser humano tiene una existencia espiritualmente encarnada. No debe existir conflicto entre alma y cuerpo. Todo cuerpo verdaderamente humano es un alma vital y, por lo mismo, el cuerpo integra el espíritu y es –igualmente- espiritual. De igual manera, todo espíritu humano se abre paso en la carne, expandiéndose por los sentidos físicos, por los cuales entra en contacto con el mundo y el mundo ingresa a los sentidos y al alma humana.

El ser humano no es un ser diseccionado en cuerpo, alma y espíritu. Está integrado en una unidad armónica. Aunque en el lenguaje tengamos que separar y distinguir; sin embargo, en la realidad, el cuerpo, el alma y el espíritu conviven mutuamente en un abrazo recíproco y constante, en un círculo estrecho y permanente, en unidad sustancial donde subsiste el yo.


6. Múltiples significados del cuerpo humano



El cuerpo humano es un lenguaje y como tal puede ser interpretado. Alude a más realidades que sólo a sí mismo. Tiene un valor simbólico y metafórico por estar unido a la condición espiritual. El cuerpo no se reduce a las meras funciones orgánicas y fisiológicas. Es el cuerpo de una persona singular, con características particulares, con biografía propia, con un tiempo y un espacio vivido. Es un cuerpo que asume las características de cada etapa evolutiva. Es el mismo cuerpo para toda la vida y –a la vez- es siempre distinto en cada ciclo. El cuerpo, a su modo, expresa la unidad y la diversidad.

El lenguaje del cuerpo asume que el ser humano es palabra y mensaje en sí mismo ya que todos los otros lenguajes del ser humano se derivan de su cuerpo, incluso el lenguaje de las palabras, las ideas y las imágenes.  El cuerpo  manifiesta la totalidad  -consciente e inconsciente-  del ser humano, incluyendo su interioridad, su espiritualidad. El cuerpo tiene su propio lenguaje simbólico, gestual y sexual.

El cuerpo humano siempre existe sexuado porque  se abre a la posibilidad de la intersubjetividad, la interacción y el lenguaje afectivo con los demás. La sexualidad  humana  se expresa en el género masculino y femenino que la configuran. Esta dualidad sexual expresa la naturaleza de la reciprocidad y de la complementariedad de los dos géneros. Son dos modos de ser plenamente ser humano con sus diferencias fisiológicas, psicológicas y culturales. La sexualidad manifiesta la dimensión personal, interpersonal, social y trascendente del ser humano.

En nuestra cultura occidental durante siglos se ha separado la sexualidad de los otros ámbitos incluso de se la ha excluido de la religión y la espiritualidad.  Hemos tenido, a lo largo de muchísimo tiempo, una tendencia religiosa desexualizada, sexualizada y espiritualista que ha interpretado la Biblia separada de los contextos históricos y culturales donde se plasmó. La Biblia nació en la cultura oriental, en ella -tanto en la Antigüedad como en la actualidad- la asociación entre espiritualidad y sexualidad es natural.

La sexualidad también forma parte de la espiritualidad de la persona. No hay separación entre una dimensión y otra. La sexualidad y la trascendencia –ambas- coinciden en que son dimensiones de la persona en su capacidad de apertura y en su capacidad de amor. Es la forma más íntima de lenguaje corporal ya que manifiesta la naturaleza interpersonal de comunión. No es la sexualidad la que inventó el amor sino el amor el que nos revela lo que es profundamente la sexualidad humana.

Por otra parte, sabemos que el tacto, tan importante en el lenguaje sexual como en el afectivo, es esencial -desde el primer momento del nacimiento de un ser humano- a la función de identificación y pertenencia. La persona expresa visiblemente, con su cuerpo, su mundo interior y su comunión afectiva con los demás. Manifiesta visiblemente el mundo invisible emocional y espiritual.

Todas las emociones se gestualizan en el cuerpo, en el lenguaje facial, en el lenguaje gestual y en el lenguaje corporal. Todas las emociones se somatizan. Las diversas partes del cuerpo tienen su particularidad, su función e incluso su lenguaje: el rostro, la mirada, la risa, el llanto, la danza, las diversas expresiones afectivas (el abrazo, el beso, el suspiro, etc.), hasta la misma ropa y la desnudez tienen su lenguaje. Hay una desnudez de intimidad, de amor y hay otra desnudez de pobreza, de humillación o de degradación.


7. El cuerpo, nuestro  territorio y mapa


El cuerpo es territorio de expresiones y emociones. Es nuestra manera de presencia en el mundo. Permite la interacción y la comunicación con los demás. Es medio de reconocimiento propio y ajeno por las características personales que cada cuerpo tiene.

Es también presencia y ausencia, atributos específicamente humano. Las cosas están o no están. La presencia implica otra referencialidad incluso más allá de la mera cercanía o distancia. La presencia no está unidad necesariamente al estar o al no estar sino al percibirse o no percibirse. La percepción está más allá de los sentidos. Hay presencias por ausencias. La presencia es una manera de permanecer, un modo de comunión más allá del espacio y del tiempo.

El cuerpo expresa la relación intrínseca que todos los seres tenemos con el tiempo. La misma edad que tiene una persona indica esto. Hay una edad cronológicaque es la que se consigna en nuestro documento de identidad. También hay una edad biológica que es la que detenta nuestro cuerpo con el paso del tiempo. Por último, hay una edad emocional que es la que se tiene por la madurez dada en el aprendizaje de las experiencias vividas, la edad del crecimiento interior. La edad humana es el componente que resulta de la integración de estos tres aspectos de la edad de una persona. Nosotros hemos reducido la edad a un número determinado a partir de una fecha. Nos hemos quedado con la edad cronológica o, a lo sumo, con la edad biológica. Casi nunca tenemos en cuenta la edad emocional y mucho menos consideramos en su conjunto la edad humana como un hecho integral.


El cuerpo es  también instrumento que usamos para intervenir en el mundo y en el hábitat en el que estamos, modificándolo y transformándolo, a veces para bien y otras, no tanto. El cuerpo es principio de instrumentalidad humana. Las herramientas e instrumentos son extensiones del propio cuerpo y suplen funciones del mismo cuerpo en loa diversos trabajos que el ser humano realiza. El cuerpo es también expresión del dominio y de la transformación que el ser humano tiene del mundo, de su territorialidad. Hay un proceso de humanización que el ser humano realiza. Interviene el mundo y la naturaleza creando diversas culturas y transformando el medio ambiente. El lenguaje corporal a su vez tiene la carga significativa del contexto ambiental y socio-cultural donde emerge. El cuerpo no es solamente el cuerpo humano personal sino, además, es mundo y naturaleza. Es también cuerpo social, el cuerpo comunitario ya que el ser humano se entrelaza vincularmente.

El cuerpo está abierto también al milagro de la vida y la manifestación primera de la existencia. Participa de la experiencia suprema de la vida y también de la muerte. El cuerpo está siempre espacio-temporalmente situado. Por lo mismo es y está limitado,  manifestando continuamente su fragilidad y vulnerabilidad. La vejez, la enfermedad y la muerte son una clara expresión de esta condición del cuerpo humano. Las mismas necesidades físicas que permanente requiere muestran esta condición. Es también el territorio donde a menudo transita el dolor y el sufrimiento. Hasta un cadáver tiene su misterioso lenguaje de elocuencia callada. Nunca un cadáver está mudo, aunque no hable. El cadáver aunque sea una corporeidad vacía y vaciada, tampoco es meramente un objeto físico. Es el último vestigio sagrado de la persona humana.


El cuerpo es, en definitiva, un misterio y un enigma. Conlleva secretos que aún no hemos podido revelar. Es una obra de arte maravillosa que supera nuestra propia comprensión. Cualquiera sea la explicación que demos de su origen –evolucionismo o creacionismo-  el misterio del cuerpo está siempre patente ante nuestros ojos. No es culpa, ni reproche. No es una máquina perfecta. Es una fiesta y una celebración, un interrogante que guarda su propio ámbito sagrado. Encierra secretos aún no develados. Se va transformando constantemente en cada ciclo. Con el paso del tiempo, se va amoldando, cambiando y transfigurando. Nos permite la inmanencia con el mundo y, a la vez, la trascendencia de ese mismo mundo cuando nos llega la última transformación vital de la existencia que llamamos muerte. 

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